Angélica Tiscornia es la argentina viva más longeva. Nacida en agosto de 1912, es la única persona supérstite de todos quienes habitaban nuestro país en el mes del año en que se fundó LA GACETA. El récord vital de Angélica está a solo dos años de distancia de quien hoy lo tiene a nivel mundial y a nueve de la marca verificada más alta, perteneciente a Jeanne Calment, una francesa que murió en 1997, un 4 de agosto como hoy.
El año en que nació Angélica se sancionó la Ley Sáenz Peña, que estableció el sufragio secreto y obligatorio. Pero ella, por ser mujer, recién pudo votar a sus 39. Esa cantidad de años coincide con el número de presidentes -entre electos, interinos e impuestos por la fuerza- que vio pasar a lo largo de su vida. Hoy se discute si la Argentina era o no una potencia cuando nació Angélica pero nadie duda del deterioro acumulado desde entonces, en buena medida asociado a esa cantidad de presidencias, multiplicadas por las interrupciones institucionales.
El año fundacional de LA GACETA tiene puntos de contacto con este 2025. Los dos son años de movimientos tectónicos, generadores de profundos cambios a nivel local y global. En 1912, la Argentina transformaba su régimen político avanzando hacia la democracia moderna mientras la Guerra de los Balcanes anticipaba la Primera Guerra Mundial. Se hundía el Titanic en un tiempo en que se popularizaban los autos, el cine, el teléfono, y Niels Bohr concebía los ejes principales de su teoría atómica. Llegaba, en términos de cohesión histórica, el final del período decimonónico, y el inicio de una nueva era.
Los primeros meses de la segunda presidencia de Donald Trump con su agresiva política arancelaria, la escalada bélica global (la guerra de Irán e Israel, la persistencia del conflicto ucraniano, la crisis de Gaza, el reciente despliegue de submarinos nucleares rusos y estadounidenses) y la expansión de la IA (instalando una posible prescindibilidad para casi todos nosotros) generan una extraordinaria aceleración histórica en este 2025.
En el plano nacional, y en el provincial, las elecciones legislativas de octubre se plantean como la instancia que puede definir el destino de la gestión libertaria, experimento que puede reconfigurar nuestra realidad en el plano económico e institucional. La prisión domiciliaria de Cristina Kirchner es una marca del posible final de una época pero también podría ser un primer capítulo de la reedición del pasado.
La visión del fundador
Alberto García Hamilton llegó a Tucumán, después de exiliarse del Uruguay, atravesado por las luchas civiles de fines del siglo XIX. Trabajó en el diario El Orden hasta que imaginó que las transformaciones institucionales, económicas, tecnológicas y culturales de la segunda década del nuevo siglo abrían un espacio para un periodismo distinto, independiente de las rígidas adscripciones políticas que lo habían caracterizado hasta entonces, vislumbrándolo como un servicio sustentado por la combinación de audiencia y publicidad. La nueva dinámica democrática requería un debate ciudadano nutrido por una cobertura de los principales acontecimientos comunitarios y la exposición de miradas plurales sobre esos hechos. El fundador concibió a LA GACETA como el espacio para que los tucumanos se informaran sobre los aspectos sobresalientes de su realidad, se pensaran a sí mismos y deliberaran sobre su común destino.
Hoy el suelo sobre el que construimos nuestras vidas también se sacude fuertemente. El desafío, otra vez, es detectar las señales del cambio; adaptarnos a las exigencias de nuestra comunidad; ofrecer rigor, contexto, jerarquización e interpretación para entender y anticipar. Muchas de las premisas que tomábamos como válidas, hace pocos años o meses, se desdibujan. En una época en que la velocidad del cambio amenaza con dejarnos sin capacidad de procesarlo ni de reajustar nuestras estrategias, en LA GACETA buscamos acompañar a la comunidad en ese reto inquietante.
Tratamos de abrazar el cambio con creatividad e innovación, advirtiendo sus riesgos y oportunidades. LA GACETA llega a ustedes a través del papel, su sitio online, la televisión, newsletters, redes y eventos. Más de 4.000 notas, 130 horas de material audiovisual y un cuarto de millón de ejemplares llegan mensualmente a más de siete millones de usuarios únicos en la web, suscriptores, seguidores, lectores en papel y televidentes. Desarrollamos herramientas para leer mejor las demandas del público y agentes de IA para ofrecerle profundidad, utilidad y claridad en torno a nuestros contenidos.
Pensar el cambio
El francés Paul Virilio fue probablemente el intelectual contemporáneo que mejor abordó la naturaleza de la velocidad del cambio y su impacto en nuestras vidas. Cuando tenía once años vio cómo Nantes, su ciudad, era destruida luego de ser bombardeada durante la Segunda Guerra. Se enfrentó con la extinción de su mundo, al que hasta entonces concebía inmutable.
Hoy todos nos estremecemos ante la radical y vertiginosa metamorfosis de nuestros propios mundos. Los periodistas luchan contra el tiempo y la oscuridad para que las audiencias no pierdan la posibilidad de construir sentido. La velocidad, dice Virilio, se come a la verdad.
La prensa tiene la imprescindible función de restaurar la confianza y el interés en la realidad, junto con su visibilidad y el acceso a sus principales facetas, proporcionando hechos verificados que puedan ser compartidos para regenerar y estimular el diálogo comunitario. El oficio de registrar, chequear, destacar, procesar y difundir información es vital en una sociedad cuya integridad es socavada por la fragmentación, la degradación de su conversación, el enfrentamiento y la desorientación. La calidad y la sustentabilidad de nuestros esquemas de convivencia dependen de la posibilidad de intercambiar opiniones y argumentos para dirimir diferencias y arribar a consensos básicos. Distinguir lo verdadero de lo falso, separar lo accesorio de lo principal e identificar lo urgente y lo relevante -las tareas propias del periodismo- conforman el ejercicio ciudadano necesario para forjar un proyecto común de futuro.